El cambio que ha producido la inteligencia artificial en nuestras vidas crece de forma continua, desde el machine learning hasta los coches autónomos, esta tecnología está marcando un antes y un después en nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno. Aunque nosotros no nos demos cuenta la inteligencia artificial está detrás de muchos procesos con los que interactuamos diariamente, pero ¿necesitan esos procesos contar con inteligencia emocional?
Según datos de un estudio realizado por Gartner, en el año 2020 hablaremos más con bots que con nuestras parejas. Estos bots simplemente están diseñados para contestar una serie de preguntas con unas respuestas preprogramadas, careciendo de empatía y de conocimiento de las emociones humanas. Pero los nuevos modelos de interacción quieren ayudar a las máquinas a entender las emociones de sus interlocutores humanos, para así poder proporcionar respuestas más adecuadas, basándose en modelos más socio-emocionalesque analíticos, creando mejores experiencia para los usuarios.
Múltiples universidades están trabajando actualmente en dotar a las inteligencias artificiales de emociones, especialmente a los asistentes personales. Tanto Siri, Alexa o Cortana (los asistentes de Apple, Amazon y Windows respectivamente) son capaces de entender y procesar el lenguaje natural, pero por ahora son incapaces de entender el contexto y el estado de ánimo de las personas con las que interactúan.
Humanos contra máquinas
Por ahora entender las emociones son una de las pocas cosas que sabemos hacer mejor que las máquinas. Saber aprovechar la inteligencia emocional jugará a favor de aquellas personas que sepan aplicarla al ámbito laboral. El crecimiento de la automatización de las tareas dentro de las empresas hará que muchos empleos desaparezcan. Pero aquellos puestos donde la toma de decisiones y el uso de la inteligencia emocional sea necesario estarán por encima de la robotización.
Controlar las emociones propias y saber reaccionar a las de los demás será fundamental para los trabajadores cualificados del futuro, que cada vez deberán enfrentarse a menos trabajos repetitivos, pero deberán afrontar la roma decisiones importantes, que repercutan tanto en el futuro de las empresas, como en el de sus equipos. Esta capacidad emocional será la que nos diferencie a los seres humanos de las máquinas, al menos por ahora.